miércoles, 10 de diciembre de 2014

Makes me lighter


Todo empezó con la lágrima que cayó sobre aquella hoja impoluta. Entonces se inició todo, pues esta empezó a hincharse hasta que explotó tan asimétrica y formidablemente como si de Supernova se tratase, esas que por grandes sólo brillan unos pocos millones de años. Fue entonces cuando el tsunami de color inundó la sala y tiñó nuestras visiones. Atónitos­­ por lo ocurrido, cubiertos por una pátina, nuevos, recién pintados. Ocurrió que nuestros brazos entendieron el mundo articulado más allá de hombro, codo, mano y se movieron como serpientes que no necesitan de piernas para desplazarse. Y como siempre, sonó la música y agitamos los brazos como si danzaramos hasta cerrar los ojos.

martes, 5 de agosto de 2014


Quiero pasar las tardes al sol en la plaza del pueblo comiendo pipas. Sentarme en el bordillo con las piernas en cuclillas para que no me caiga ningún cáscara al escupirla. Quiero quitarle el plástico a cada mañana y sentir que siempre es la primera vez que mi cabeza se sumerge en el agua salada. Enterrar de una vez a la eterna desconocida y hablar de nosotros, joder, hablar de nosotros. No quiero que la música se acabe nunca. Pensarme loca y descubrirme cada vez cuerda. Que la virtud no se encuentre en el equilibrio ni en el término medio y así poder descuidar todas mis galaxias salvo una. Que choquen planetas contra estrellas y llueva polvo cósmico durante milenios. Encerrarme en una sala a tocar el piano aunque no lo haga bien hasta que me sangren las yemas de los dedos y se me congelen las pestañas. Quiero no cesar en el intento de seguir fracasando. Y quitarle el puto valor al tiempo. Abrazarte de verdad. Que los órganos reemplacen la piel, que el dentro sea fuera y no nos de asco ver nuestras vísceras. Usar la palabra quiero en vez de me gustaría. Quisiera un beso antes de que se apague la luz y caiga inconsciente.

viernes, 21 de junio de 2013

Efecto defecto


Me gustaría decir que aún existe hueco para la poesía, o que ya no lo hay, pero no puedo.
Podría engañar al mundo y simplemente moverme un  paso a la izquierda para  dejar caer el torrente de agua sin que me salpique. Y no sentir como empuja mi nuca con fuerza y agacha mi cabeza para hacerme ver lo que hay abajo. Un paso y  tan sólo oír el sonido, frecuencias de ondas que no pesan porque no ocupan y que mis oídos interpretan a sus anchas.
Quisiera abandonarme al lirismo de las cosas que son bellas pese a lo terrible. Las que desean significar algo, las que quieren ser interpretadas para así hacernos creer  por un instante que hemos desvelado un misterio, que la ecuación ha sido resuelta y  que por fin la 'X' tiene valor.
Quisiera pertenecer a la especie del lomo rayado, pero voy al espejo, pues mis habilidades son tan limitadas que no tengo otra forma de verlo, giro aparatosamente el cuello, y lo veo liso. Mi lomo.
Quisiera saber pero no sé.
Podría rasgar mis manos contra la roca tratando de escalarla y dejar correr la sangre por mis antebrazos sólo por ver lo que hay arriba. O andar descalza sobre la arena ardiente del desierto cuando el sol está en lo más alto y así hacer un callo de mis plantas, y nunca más sentir las brasas ardientes cuando camine sobre ellas. Hundirme hasta el cuello en las turbias aguas y dejar que los insectos me devoren para poder luego untar pomada en mis ampollas enrojecidas.
Quisiera saber sólo para poder contarte, pero empiezo a pensar que la búsqueda del sentido es un defecto de raza, y que estamos todos tarados.

miércoles, 24 de abril de 2013


Un pequeño sorbo, uno rápido. Lo tomas y lo miras a los ojos asintiendo ¨No somos nadie¨.  No podemos ni siquiera ofrecer nuestra presencia porque es lo más limitado y pesado que tenemos. Y sin embargo permanecemos en un abrazo, con el oído sobre un pecho. Y no es que ya no estemos aquí y estemos en otro sitio, o que ya no pertenezcamos a ninguno, es que siempre hemos sido pequeños en uno mismo y ahora vemos ese mismo. Entonces nos apetece pasar la noche en pie y leer todo lo que no hemos leído y ver todo lo que no hemos visto, y viajar en avioneta, y salvar al mundo para sentirnos también salvados… Pero lo cierto es que no podemos ir a buscar consuelo en ningún sitio, porque el consuelo no existe, ni siquiera en unos acordes. No lo necesitamos, porque el consuelo no existe, ni entre unos renglones. No pesan lo suficientemente los milenios en nuestras cervicales como para encontrarlo. Y posiblemente los cuerpos no valgan nada y los desechen los años, aunque uno acabe de interrumpirte para apurar un último abrazo.
Por eso no hay música, sólo un tímido brote de pensamiento que aunque ya no sólo permanezca en mi mente, se oculta, y que pese a todos los esfuerzos, no se dejaría ver ni en cien volúmenes completos, ni dándole vueltas durante cuarenta años.
Y he mentido, siempre hay música.

domingo, 24 de febrero de 2013

Humeante figura


¿Tiene la sombra culpa de ser sombra? ¿Y de acechar con su naturaleza oscura y plana el volumen de los cuerpos? Aquellos que la portan porque no quieren deshacerse de ella ya que intuyen que vive, y que calma. Y sin embargo les es extraña porque aparece, desaparece y cambia de forma según los astros la iluminan. Porque representa sobre blanca pared el espectáculo de la ausencia.

¿Has de torturarte, sombra? si ya sufres de falta de masa… Y si no eres materia, y no tienes masa, ni energía asociada, ni se te puede tocar, ni hay Lavoisier que aproximadamente te legisle… ¿qué eres? ¿qué espacio ocupas? y ¿quién o qué ocupa tu espacio?

(Ilustración de Erik Drooker)

miércoles, 23 de enero de 2013

Sabana


Desarrollo, movimiento, cambio de forma, transformación.

¿Hemos evolucionado muy rápido? Quizá sólo hemos crecido más de los que podíamos procesar, pues en la definición de evolución está la palabra gradual. Pero una vez en tan elevada tesitura, nos hemos visto convertidos en funámbulos, sobre el alambre, con dudosa habilidad.

Quizá nosotros, la gente, la sociedad, hemos puesto el destino más allá de La Vía Láctea, con los ojos ciegos en convertir en piedra al polvo cósmico, a los puntos en politopos, siendo tan difícil definir un espacio natural subyacente, sin haber siquiera estudiado los máximos y mínimos de las funciones lineales restringidas por su límite.

O quizá todo sea más sencillo, y nos ha resultado más fácil asistir diariamente a la representación de una mentira, llegar pronto para sentarnos en primera fila o ponernos al final de la sala para comer palomitas a nuestras anchas, pero estar sentados.
Y probablemente la continua repetición de esa farsa nos lleva a convertirnos en una farsa también, en una burda mentira, en una carcasa andante, en la jaula donde reposa el felino con la excusa de no extinguirse, o de ser admirado por todo el mundo, encerrado, lejos de su Sabana. Quizá hayamos buscado tanto la sombra de la acacia que la hemos vaporizado con la mirada.

domingo, 20 de enero de 2013


Porque corres, encerrado en ti mismo, como si todo ahí dentro tuviera importancia, vas mirando tus zapatos, no te pierdes un pensamiento, porque cada uno de ellos es importante, sí, es importante. Ves tus pies, pero no la hierba que los moja, no está ahí, no existen todos esos millones de filamentos que viven pegados al suelo.
Algo está golpeando suavemente tu ceño, un constante frío ardiente. El pensamiento se pierde, ya no hay oriente ni occidente y el manto de filamentos se torna blanco, los ves, están ahí. Desaparecen tus zapatos, aunque estén parados, mas ves tus palmas abiertas mirando hacia arriba, intentando recoger el hielo que se deshace porque arde, pero no te quema. Y no te hace falta pisar tu sombra en busca del instante, ahí lo tienes, te envuelve. Pese a su inmensidad, no te aplasta, te levanta la mirada y de tu espalda sale una V de pájaros dejando atrás tu cabeza. Dejando atrás tu cabeza.


Rotundellus